San Mamés nació hace casi un siglo con el propósito de ser el lugar en el que se escenificaría la utopía del Athletic. Pero, con el tiempo, La Catedral ha llegado mucho más allá. Se ha convertido en un escenario único e inigualable, en uno de los grandes templo del fútbol europeo. Su influencia no se ha ceñido solo al mundo del fútbol, sino también a toda la sociedad vizcaína. Los sueños de muchos niños y mayores han tenido como marco incomparable San Mamés, sueños que en ocasiones se han visto hechos realidad. También entre ataque y ataque de los Leones, entre gol y gol, se han creado historias paralelas al fútbol que solo han hecho más grande este marco incomparable que preside el famoso arco. Parejas que se conocen en la grada y van afianzando su relación hasta formar una familia, los momentos de complicidad entre padres e hijos, los nervios de un partido importante con los amigos y la creación de nuevas amistades solo por vivir los partidos del Athletic el uno con el otro son solo un ejemplo de ello. Cada aficionado, cada persona que ha pasado por La Catedral tiene sus recuerdos o sus vivencias en el estadio. Ahora, cuando quedan dos meses para que se inice la demolición del campo, quien más y quien menos, intenta hacerse con ese último recuerdo de este teatro que ha dado forma a miles de sueños e ilusiones.
Mi día es hoy, mi despedida de La Catedral se escenificará en el Athletic-Granada de esta tarde. Será un día triste porque para mí esa extensión entre Ingenieros y Capuchinos es mucho más que un campo de fútbol, sino que ha sido un lugar en el que se han desarrollado algunos de los sueños de mi vida. De ellos, alguno llegó a cumplirse. Mi idilio con San Mamés comenzó antes siquiera de haber nacido. Concretamente, dos horas antes de que llegase al mundo. Era un 3 de abril de 1988, Domingo de Ramos. Pasadas las 16.00 horas, mi madre sintió que yo quería venir a este mundo y quería hacerlo a toda prisa. Visto el ímpetu que le ponía al tema de nacer, tuvieron que coger el Renault 5 de mi tío y salir pitando hasta el hospital de Basurto. A las 5 de la tarde, el Athletic jugaba un derbi frente Osasuna y, como es costumbre, la zona se cerró al tráfico... Salvo para aquel Supercinco. Teníamos que pasar y los municipales abrieron las vallas para que mi ama llegase al hospital cuanto antes. El partido comenzó y yo me puse manos a la obra al tema de salir a ver cómo era la vida. Finalmente, nací a las 18.05 de la tarde, justo cuando San Mamés cantaba un gol de Andrinua que nos ponía 1-0 en aquel derbi que ganamos 2-1. Tenía que ser del Athletic por tradición y convicción... Y así fue.
Andrinua metió 19 goles con el Athletic, uno de ellos justo cuando yo nací.
El enano que quería nacer rápido fue creciendo y llegó el momento de que pudiese ver su primer partido en directo. En casa querían que lo pudiese disfrutar lo mejor posible, así que tuve que esperar hasta los 5 años para poder ver San Mamés por dentro. Había soñado unas cuantas veces jugar allí con la camiseta zurigorri pese a no haber visto nunca el campo in situ. Ese momento llegó el 10 de noviembre de 1993 en un Athletic-Depor que ganamos 3-1. Recuerdo perfectmente lo que sentí aquel día. Me metía en un mundo de mayores y aquello me intimidaba. Como, por ejemplo, aquel beltza que cacheó a mi aita justo antes de entrar por la puerta 40. Yo visto que cacheaba a todo el mundo, como uno más, levanté mis brazos para que me registrase a mí también a lo que el ertzaina respondió con unas risas. Al entrar, sentí por primera vez lo que he sentido todas las veces que he ido a La Catedral. Tras enfilar el oscuro pasillo, subes cinco o seis escalones y, de repente, te llega la claridad y se te abre a tu vista un escenario idílico e imponente al que mi cuerpo siempre ha respondido con un ligero cosquilleo en la espalda. Lo sentí la primera vez con cinco años y, hoy, casi 20 años después lo volveré a sentir. En ese aspecto ni he crecido, ni he madurado. Eso sí, hoy, veré el partido sentado y no a burros sobre los hombros de mi aita. Por aquel entonces, las localidades de los fondos eran de pie y llevar a un niño era un sacrificio paterno de mucho cuidado.
Seguí yendo a ver a mi equipo de vez en cuando (nunca he llegado a ser socio y ojalá pueda llegar a serlo) y pronto vi que lo de ser futbolista era una quimera. Así que le di una vuelta al concepto "jugar en San Mamés" y lo convertí en "trabajar en San Mamés". Por ello, decidí que el mejor camino para lograr ese propósito, ingenuo de mí, era ser periodista. Estaba bien pensado para tener 7 u 8 años. Mientras hacía ese camino largo hasta ser periodista y poder optar a "trabajar en La Catedral", vi caer con el majestuoso arco como testigo a equipos como el Betis, Racing, Oviedo, Valladolid, Zaragoza... De las más de 20 veces que habré ido a San Mamés como aficionado, solo he visto perder al Athletic en una ocasión; 2-3 contra el Recreativo (espero que hoy el Granada no me rompa la estadística). Siempre salía de La Catedral con buena cara y, normalmente, los tres puntos en el bolsillo.
Como jugar en el Athletic era imposible, decidí ser periodista para poder trabajar en San Mamés.
Cumplí la mayoría de edad y me matriculé en Periodismo. Soy tozudo hasta decir basta y seguía erre que erre con mi idea de vivir de contar historias. Currar algún día cubriendo algún partido del Athletic seguía haciéndome ilusión y fue en la grada de La Catedral donde, sin saberlo, di un paso para que aquello se hiciese realidad. Fue en un Athletic-Valladolid en el que ganamos con dos goles de Toquero (sí, yo he visto hacer el 'You can´t see me' dos veces en diez minutos) cuando Egoitz, un compañero de carrera, me convenció para que hiciese las prácticas de verano en DEIA. En ese instante empezó a forjarse la opción de que pudiese ejercer de lo que estudié.
Finalmente, lo logré y empecé a hacer lo mismo temas locales, una publicación quincenal con noticias de todo tipo y también hacía mis pinitos en deportes. Desde que se inició la construcción del nuevo campo, he pasado casi todos los días por al lado del futuro inmediato y el presente y el pasado del Athletic. Siempre he mirado con tristeza al vetusto San Mamés. No me gusta nada la idea de dejar ese escenario único del que somos unos privilegiados de haber podido disfrutar. Un día, sin saber ni cómo, ni por qué... Me tocó otro privilegio: poder trabajar en La Catedral. Era un Athletic-Villarreal y me dijeron que tenía que ir a cubrirlo. El objetivo de "trabajar en San Mamés" se iba a cumplir. Era el 20 de marzo de 2011 y volví a sentirme exactamente igual que 18 años atrás. Ante lo desconocido, como un niño en un mundo de mayores y sin saber bien qué me iba a encontrar en las 'tripas' de La Catedral. Estaba como un auténtico flan, pero, por desgracia, la auténtica agonía de partido que nos tocó ver (derrota incluida, la segunda y última que he visto en San Mamés) me hizo centrarme en el trabajo. Fue solo una vez pero ya había cumplido un reto/ilusión.
A sus cien años, San Mamés alimenta sueños con la misma fuerza que el primer día.
Lo cierto, es que San Mamés es un lugar que a muchos nos ha marcado más allá de los goles de Pichichi, Zarra, Panizo, Gainza, Sarabia, Guerrero, Etxeberria o de las paradas de Lezama, Carmelo, Iribar y Zubizarreta entre otros. Un estadio histórico que ha marcado hitos en la vida de muchos vizcainos y aficionados del Athletic. Por todo ello, merece una despedida a lo grande y visto que en lo deportivo no va a poder ser, tendrá que ser con pequeños gestos de todos y cada uno de nosotros. Es lo mínimo que merece ese gran catedral que lleva cien años alimentando sueños e ilusiones y, aún hoy, sigue haciéndolo con la misma fuerza que el primer día.
1 comentario:
Que grande eres Miguel. Me has hecho recordar muchas cosas y me he sentido dentro de La Catedral. Gracias
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